lunes, 5 de abril de 2010

El mes de los desencuentros

Diste con la solución permanente a tu problema de insomnio y ahora dormirás para siempre. Cerraste los ojos y me apagaste la luz, yo no sabía que la ausencia pudiera doler tanto. Descubrí que los clichés nacen de la vida misma y una frase acudió a mis labios… “me falta el aire cuando no estas” mis pulmones se negaron a respirar, tuve que obligarles. La pena fue tan grande que se transformo en dolor físico. Me fui doblando como una viejita de 90 años, lloré todas las combinaciones que existen, con grandes lagrimas, a gritos, en silencio, con una gotita que no se decide a caer mientras repito una y otra vez que no es cierto. Lloré hasta quedarme seca, árida, con grandes grietas en el alma.

Algo se ha roto dentro mío, hace un sonido extraño -melancólico y lejano como el llanto de las ballenas- por las mañanas en el momento en que no se si estoy dormida o despierta, instante en que aun puedo verte y me dices frases sencillas y enigmáticas, cuando yo te respondo que te quiero y que me haces falta e intento desplazarte de mis sueños a mi realidad… inevitablemente te desvaneces, lloro, cierro los ojos con fuerza manteniendo la respiración.

Mi corazón es devastado por tsunamis, terremotos de 7 grados, erupción de volcanes mientras paso de la negación a la aceptación sin lógica alguna. Me acompaña tu recuerdo en el que te mantendrás eternamente joven, verano y Madrid, horas al móvil, adolescencia tardía. Me toca llorarte en solitario, hasta mi dolor es “outsider”.

Brillaste tanto que te consumiste en tres décadas. Me dejaste en la oscuridad de haber conocido tu luz, de saber que se puede vivir al máximo cada día, de reconocer que se acaban las mentiras y hay que hacer espacio en el pecho para tanto dolor que traen consigo las verdades.

Cantare Billie Holliday para acompañar tus sueños, tragare las lagrimas sonriendo, serás el príncipe de todos mis cuentos y al llegar la noche suspirare pensando en que ahora duermes y nada puede hacerte daño. Guardare tu nombre para no gastarlo, te querré con la vehemencia que un niño quiere a un algodón de azúcar, con la constancia que el granjero quiere a su tierra, te quiero porque es imposible no hacerlo bichito de luz, gatito de iglesia, te quiero hoy y lo hare siempre.