Parece inevitable, según dicen el asesino siempre vuelve al lugar del
crimen… y aquí estoy, repasando las líneas de mi pasado, de la mujer que soy,
las que me imaginé ser y las que preferiría olvidar que fui. Aquí quedan las
huellas de mis pasos, de mis altibajos emocionales, de promesas de cambio, de
personalidad fragmentada.
Y me gustaría poder decir que estoy frente a un mapa que interpreto sin
problemas o una foto que reconozco sin rubor. Pero no hay nada más complicado que intentar interpretar la propia vida. Siempre surge ese intento de
justificación “estaba enajenada” “eran malos tiempos” siempre las ganas de
explicar, no queremos quedar como dementes y en el presente -con la vista
general del pasado- no queremos aceptar que en ciertos momentos tomamos malas
decisiones.
Por ejemplo, queda la constancia de que en un intento romántico de empezar
desde cero tras haber aprendido una lección, les dije adiós a las mujeres invisibles.
Pero por mucho aprendizaje, por mucha madurez, en esencia, no he dejado de ser
quien soy. Pueden cambiar la iluminación o el vestuario, pero sigo
representando cada tarde, aquella obra donde escribía sobre las brujas
de los cuentos.
Han cambiado algunas de mis convicciones, por ejemplo, he decidido ser
feliz y acto seguido he comprendido que la felicidad se elije y que es un
camino largo y lleno de pequeñas decisiones.
Y aquí estoy, como decía al principio, en el lugar del crimen. Pero esta
vez sin expectativas, sin declaraciones de cambio, en el mismo lugar donde hace
años se pudo expresar por primera vez una de las tantas mujeres invisibles. Porque
nunca se empieza de cero, se suman las partes, se leen los mapas, se ajustan
las coordenadas… pero básicamente, se cargan las mismas maletas con las que
siempre hemos viajado.
0 Invisibles:
Publicar un comentario