miércoles, 8 de enero de 2014

La escena del crimen


Parece inevitable, según dicen el asesino siempre vuelve al lugar del crimen… y aquí estoy, repasando las líneas de mi pasado, de la mujer que soy, las que me imaginé ser y las que preferiría olvidar que fui. Aquí quedan las huellas de mis pasos, de mis altibajos emocionales, de promesas de cambio, de personalidad fragmentada.  

Y me gustaría poder decir que estoy frente a un mapa que interpreto sin problemas o una foto que reconozco sin rubor. Pero no hay nada más complicado que intentar interpretar la propia vida. Siempre surge ese intento de justificación “estaba enajenada” “eran malos tiempos” siempre las ganas de explicar, no queremos quedar como dementes y en el presente -con la vista general del pasado- no queremos aceptar que en ciertos momentos tomamos malas decisiones.

Por ejemplo, queda la constancia de que en un intento romántico de empezar desde cero tras haber aprendido una lección, les dije adiós a las mujeres invisibles. Pero por mucho aprendizaje, por mucha madurez, en esencia, no he dejado de ser quien soy. Pueden cambiar la iluminación o el vestuario, pero sigo representando cada tarde, aquella obra donde escribía sobre las brujas de los cuentos.

Han cambiado algunas de mis convicciones, por ejemplo, he decidido ser feliz y acto seguido he comprendido que la felicidad se elije y que es un camino largo y lleno de pequeñas decisiones.

Y aquí estoy, como decía al principio, en el lugar del crimen. Pero esta vez sin expectativas, sin declaraciones de cambio, en el mismo lugar donde hace años se pudo expresar por primera vez una de las tantas mujeres invisibles. Porque nunca se empieza de cero, se suman las partes, se leen los mapas, se ajustan las coordenadas… pero básicamente, se cargan las mismas maletas con las que siempre hemos viajado.

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